NOVENTA AÑOS DESPUÉS.
Justo en este mes de Junio se cumplen 90 años de la celebración en Granada del famoso “concurso de Cante Jondo” organizado por el Centro Artístico de la capital siendo sus principales mentores el músico Don Manuel de Falla, Miguel Cerón y -el por entonces- prometedor músico y poeta Federico García Lorca, quienes junto a otros jóvenes artistas e intelectuales como Hermenegildo Lanz, Manuel Jofré, Andrés Segovia, etc, consiguieron poner en marcha un proyecto tan innovador como necesario para la consolidación del arte flamenco.
El objetivo del concurso era buscar cantaores o cantaoras no profesionales que conservaran las primitivas formas de hacer los cantes. Esta idea persigue al flamenco de forma reiterativa y obsesiva desde sus inicios, y si ahora sigue siendo motivo de polémica no lo era menos entonces, donde el miedo a perder “la pureza del primitivo cante jondo andaluz ya levantaba ampollas y agrias disputas”. No sólo Manuel de Falla sino todo el colectivo organizador entendían que era necesario hacer algo para defender lo jondo de posibles contaminaciones en las que estaban incurriendo los profesionales del momento y así lo aseguraba D. Manuel de Falla cuando decía.: «Queremos purificar y hacer revivir ese admirable cante jondo, que no hay que confundir con El cante flamenco, degeneración y casi caricatura de aquel”.
Lo que ocurrió después de celebrarse dicho concurso está recogido en las crónicas de la época y en publicaciones que analizan las consecuencias que pudieron extraerse del acontecimiento, en cualquier caso, los resultados fueron escasos, apenas se descubrieron nombres nuevos y el ganador fue un cantaor de Morón apodado el “Tenazas”.
Los objetivos logrados fueron escasos, porque a mí entender es evidente que lo que se perseguía era una entelequia imposible de lograr, la pureza del cante, ya que solo se puede crear arte desde el deseo de innovación, (respetuosa con la tradición).
Repetir patrones no es arte y el canon que gustaba a tan ilustres aficionados no casaba exactamente con la evolución experimentada por el flamenco. Crear arte siempre arrastra un plus de nuevas ideas que se suman al cuerpo consolidado de ese arte, y claro nuestros doctos antepasados se encontraron en ese tremendo trance de reconocer que el flamenco evoluciona por las influencias de su tiempo y que vive con todos los traumas y desconciertos que ello provoca.
Con todo, no podemos sino agradecer el esfuerzo realizado que puso en valor un arte muy mediatizado por la publicidad romántica y primaria que lo mantenía como una música marginal y poco respetable.
¿Tenemos que agradecer los amantes del flamenco la iniciativa del concurso?
Evidentemente que si. Sin duda fue el primer gran intento de dignificación de este arte y la primera muestra de respeto por parte de entendidos de primer nivel. En mi opinión su influencia aún se proyecta en la valoración que desde entonces se hizo del flamenco y su irradiación llegó a espacios internacionales hasta entonces desconocidos. Aquel famoso Concurso dio cuerpo y personalidad a una música que ya había hecho un recorrido histórico sólido y por ello entusiasmado a los viajeros románticos que llegaron a Andalucía en el siglo XIX y extendieron su admiración por media Europa.
Ha pasado el tiempo, noventa años, y si quisiéramos plantearnos alguna exigencia equivalente a la del año 1922 yo abogaría por el respeto a las raíces esenciales del flamenco, a su modus operandi como música capaz de dialogar con otras músicas y enriquecerse con ellas de modo que llegue a constituir un lenguaje musical de primer nivel para lo cual se ha de dar la batalla en la enseñanza musical del flamenco. La música flamenca tiene que ser una materia educativa de igual consideración que es la clásica en los conservatorios. La música flamenca se tiene que vivir como un patrimonio común y un lenguaje al alcance de todos de modo que en lugar de ser una música para expertos y “flamencólicos” llegue a ser un vehículo de expresión lo más amplio posible.
El sentido común nos lleva a desear que el flamenco juegue un rol importante en todas las actividades culturales y de ocio que se programen en las agendas de fiestas, actos culturales y eventos de toda naturaleza. Y pedimos que las Instituciones velen y promocionen con mayor ahínco este tesoro colectivo.
Pero no es solo la idea de estudiar y programar flamenco la que nos preocupa porque siguen existiendo esquemas que han de cambiar –como por ejemplo- los propios espectáculos relacionados con este arte. La mala praxis que se sigue sosteniendo en los cada día más extenuantes festivales, la repetición de los palos, la ausencia de investigación de los artistas, la vulgaridad de algunas letras…todo eso debe cambiar en pos de unos conciertos que tengan un desarrollo bien definido, que se procure un buen ritmo en la puesta en escena intercalando los cantes de forma variada y evitando la duplicidad y el hartazgo…Son muchas piezas que han de mejorarse con criterios nuevos para no aburrir, para no repetirse, para suscitar el interés del público.
Si el flamenco tiene una riqueza musical de unos 500 cantes distintos… ¿porque tenemos que soportar que se cante y repitan en un mismo concierto los mismos estilos?
Solo se corregirá este anacronismo elevando las exigencias hacia los intérpretes y sabiendo escuchar al público que lleva años pidiendo cambios. Y si además se eleva el nivel de conocimiento de toda la sociedad desde las escuelas, conservatorios, etc, formando a profesores/as y por supuesto exigiendo a los programadores culturales de las áreas de cultura una receptividad que a veces se diluye en olvidos y falta de compromiso, la mejora será sustancial.
Podemos concluir que el flamenco del año 1922 nos trajo de la mano hasta estos nuevos tiempos y gracias a la preocupación de flamencos como Falla y Lorca sus resultados favorecieron la consolidación y crecimiento de este arte. Pero también en estos tiempos, año 2012, el flamenco esta bien protegido y consolidado, pues además de la implantación internacional, tiene un sello de calidad que le proporciona el reconocimiento de la UNESCO, al declararlo patrimonio inmaterial de la humanidad y por tanto no debiéramos perder la oportunidad de dar otro salto cualitativo en el tiempo

Concurso de cante jondo 1922 creado por Federico García Lorca y Manuel de Falla
Fernando Barros Lirola
Cantaor y divulgador flamenco.
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