UNA EXPLICACIÓN DEL MODO EN EL QUE LAS LETRAS FLAMENCAS SE SE ENRAIZAN Y SOSTIENEN EN SUS PROPIOS ESTILOS Y PALOS FLAMENCOS Y PERVIVEN EN EL TIEMPO.
En nuestro anterior artículo reivindicábamos la necesidad de un cuidado exquisito en el tratamiento de las letras escogiendo bien su contenido, su fondo social o personal y su carácter abierto y comunicativo. Liquidábamos de esa manera las letras arcaicas, machistas o extemporáneas y en este artículo me voy a referir al aspecto más formal o técnico del tratamiento de las letras, pues no se debe olvidar nunca, que las letras, los versos, la poesía, encierran en si mismos una musicalidad propia y unas reglas del habla que el flamenco no puede obviar, como muy bien nos enseñó, allá en el siglo IX Zyryab, el gran músico bagdadí que revolucionó los conceptos musicales de su época con la creación de las Escuelas de Canto, donde no sólo se tocaba y cantaba sino que previamente, alumnos y alumnas debían aprender a recitar. Y anteponemos a los descuidos en este aspecto a los singulares aciertos que también existen cuando observamos de qué forma tan sencilla y bella algunas letras se adaptan a los palos respectivos, hasta hacerse uña y carne y formar casi una sola cosa. Tan es así, que esas letras caracterizan el estilo, el palo, y han sobrevivido a lo largo del tiempo con una vitalidad y actualidad admirables. Si existiera un microscopio que nos descifrara todos los elementos que contiene el arte musical del flamenco encontraríamos las claves de esta evidencia cuando observamos la repetición de las mismas letras en los cantares flamencos, cada una en su palo y muy raramente, salvo excepciones saliéndose de su matriz. No obstante, yo creo que podemos aproximarnos, aunque solo sea un poquito, a esa orilla tampoco visitada por los flamencos. Comencemos el viaje. Lo primero es exponer las posiciones más sencillas y evidentes: el flamenco es una música por el tanto tiene los mismos ingredientes que todas las músicas: ritmo, armonía y melodía. Ojo a los equívocos, todas las músicas tienen ritmo, cada cual el suyo, pues todo lo que sucede, es decir, lo que empieza, va trascurriendo paulatinamente en el tiempo hasta que termina. Luego, en la música flamenca todos los palos tienen ritmo, el propio, de modo que aunque a veces se señala que determinados palos no tienen ritmo tal opinión no deja de ser incoherente; es sencillamente que su ritmo es más lento o pausado y es el caso por ejemplo de las malagueñas, las tarantas, las tonás, etc. El siguiente elemento musical es la armonía, que en flamenco puede ser, modal (Como suelen ser las músicas de raíz popular) tonal, y la mezcla de las dos. Ocasión tendremos de detenernos en una sucinta explicación de estos términos en otro momento.
EL FLAMENCO DEL SIGLO XXI (III)
Fernando Barros Lirola Cantaor e investigador flamenco.
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